Cada vez es más frecuente oír hablar de «pedagogías alternativas» y, bajo ese paraguas, se engloba todo lo que salga de la forma clásica de libros-pupitres-maestro director. Se oyen palabras como Montessori, Waldorf, Pickler, proyectos, Reggio Emilia, rincones… y a veces todo parece lo mismo y demasiado… raro.
Si me lees o me sigues en redes desde hace un tiempo sabrás que somos muy de Montessori y crianza respetuosa en casa. Como muchas otras familias, lo somos desde antes de descubrir que tenía nombre eso de dar autonomía, voz y voto a los pequeños. Cuando descubrimos que podíamos formarnos e informarnos porque otros lo habían investigado antes, vimos el cielo abierto y nos colgamos la etiqueta con orgullo.
Ahora bien, esa etiqueta a veces es mal entendida. Es frecuente oir «Bueno, pero lo mismo da una que otra, todas estas pedagogías respetan el desarrollo del niño» Y no es así. Ni todas implican lo mismo a nivel de enseñanza, ni de respeto al desarrollo infantil, ni tienen la misma base científica. Y ahí es donde a mí me pica el «Montessori y Waldorf, tanto monta, monta tanto». No. No es así. Mis hijos no irán jamás a un centro Waldorf y tengo mis motivos fundamentados tanto en mi propia experiencia como tras haber leído sobre este método.
Antes de seguir, esto no es un ataque a nadie y me parece fantástico si alguien decide llevar a sus hijos a un centro Waldorf. Como reza el título del post, Waldorf no va con nosotros, pero si encaja en tu casa, maravilloso. Bendita diversidad que nos ha hecho llegar hasta aquí.