Hecho con amor

Hecho con amor

lunes, 19 de marzo de 2018

Corresponsabilidad y "si lo hago no quiero crítica"

(Publicada su primera versión en marzo del 2018)

Hoy no pensaba publicar sobre este tema, peeeero esta mañana, en el podcast de Buenos días Madresfera, se ha hablado de corresponsabilidad y carga mental y, a raíz de lo dicho en el podcast y en el chat de Spreaker sobre el tema, he estado pensando en esos casos en que hacemos algo con buenísima intención y terminamos con una crítica que duele…

En el podcast se ha comentado el artículo de Alberto Soler sobre la corresponsabilidad y la carga mental y, como siempre que se tratan estos temas, se ha hablado sobre varias situaciones/frases típicas, como:

  • Yo no lo veo necesario, a mí no me molesta.
  • ¿Qué hago?
  • Si lo hago, no quiero crítica.

Vamos por partes…

Las frases anti-corresponsabilidad

Yo no lo veo necesario

Es comprensible que dos personas distintas tengan necesidades distintas.

Por ejemplo, nuestros peques no suelen ver necesario recoger los juguetes. Si no caben otros, su mejor opción es apartar a empujones lo que molesta, o que los recoja un adulto. No ven necesario recoger, y muchísimo menos recoger ellos mismos. Pero los adultos, sí necesitamos orden para facilitar la convivencia y mantener la higiene.

¿Qué hacemos ante un niño de 3 años que nunca quiere recoger? Lo mejor que podemos hacer es explicarle por qué es necesario, animarle y, si hace falta, ayudarle a hacerlo.

Entre adultos no hay mucha diferencia. Si uno ve necesario hacer algo y pretende convencer a la otra parte de que es así, debería usar argumentos. Y la otra parte no debería tomárselos a mal. No es que te insistan, ni que te presionen, ni que te quieran agobiar, y también tienes derecho a exponer por qué no es necesario.

Si ninguno de los dos consigue convencer al otro, deberíamos ceder por ambas partes. Quien no lo ve necesario puede hacer otras tareas o, aunque no esté convencido, hacerlo por el otro. Pero hay que ceder de verdad, no para discutir en una semana el «Pues yo te he hecho este favor». No se trata de un trueque, sino de cuidar a la persona con quien compartimos vida.

¿Qué hago?

Una alternativa a esta frase es «Si quieres que haga algo, dímelo». Y no, ya lo dice Soler en su artículo, corresponsabilidad implica compartir organización. No soy tu madre/padre, no necesitas una guía para saber que la estantería que compramos en Ikea hace una semana está esperando a ser montada, ni para intuir que ese montón de ropa sucia no se lava solo.

En resumen, la única respuesta que se me ocurre es «Mira, piensa y decide». De hecho, soy partidaria de esta frase incluso para nuestros hijos en determinadas ocasiones, así que para un adulto, más. Venga, va, que tienes ojos y vives aquí…

Si lo hago no quiero crítica

Los dos puntos anteriores más o menos los gestionamos, pero esto… bronca segura, por las dos partes, quien dice la frase y quien la recibe.

Sea como sea, cuando haces algo que hasta ahora hacía el otro, se dan algunas de las siguientes situaciones:

  • La otra persona, la que suele ocuparse de esa tarea, tiene su método, al que ha llegado tras distintos intentos y aprendizajes.
  • Esa persona te está viendo y puede que estés con uno de los métodos que rechazó porque no le parecía el mejor.
  • Puede que lo hagas con ganas, pero te salga un churro.
  • Puede que lo estés haciendo con desgana. No estás de acuerdo y solo has aceptado para que se calle, no ha sido un pacto sino una rendición, así que lo haces de cualquier manera.
  • Y puede que no sea pacto, ni rendición. Lo haces mal con la intención de que te digan el «quita que no sabes» y ahorrarte trabajo. Este punto no voy a comentarlo, creo que es… demasiado.

Todos sabemos que, a veces, la confianza da asco, y es lo que lleva a los «pues esto está mal», o «para hacerlo así lo hago yo»,»quita que no sabes», etc. Hay muchas maneras de hacer y decir las cosas y, a veces, cogemos la opción dañina.

La raíz del problema

Retomando el ejemplo de la peque que no quiere recoger, le explicamos, dialogamos y acepta hacerlo. Al rato viene, toda ufana, a decirnos que ha terminado de recoger los juguetes que estaban desparramados por su habitación. Confiamos en ella y no vamos a comprobar.

En un momento dado pasamos por delante de la habitación y vemos algo raro. ¡Sorpresa! Ha hecho un montón de cosas. Eso no es recoger… La llamamos, se lo decimos, si nos enfadamos, llora, si lo decimos bien, parece que le da igual, y en cualquiera de los dos casos volvemos al punto de «No quiero recoger».

Es normal que le digamos que eso no es recoger, igual que es normal que le digamos a nuestra pareja que eso no está bien planchado, que el mueble no está bien montado, que ese jersey tenía que lavarse a mano, que para colgar un cuadro hay que poner taco y tornillo y no un clavo, o que no debería sacar a los niños sin lavar y sin peinar.

Es normal y está bien decirlo si es con respeto, en tono informativo, no en tono «Ñiñiñiñi, qué mal lo haces, qué inútil eres», así que el tono en el que comunicamos es importante. Pero también hay que ser madur@ y aceptar la crítica, no ir al punto infantil de «Es que siempre me dices que lo hago maaaaal»

Tampoco pasa nada por pedir ayuda en mitad de la tarea, por muy tuya que sea ahora, si no sabes cómo hacerla (y si te piden ayuda, de nuevo, no te pongas borde, no vale).

Creo que el haber crecido en una sociedad donde el error se castiga desde muy pequeños, hace que cuando otra persona nos dice que nos hemos equivocado nos pongamos a la defensiva. Por eso mismo, cuando vemos a otro que (creemos) se está equivocando, nos sale la vena autoritaria y punitiva y somos desagradables, en el fondo queremos castigarle.

Es importante ese «creemos» que he escrito entre paréntesis en el párrafo anterior. ¿Seguro está mal o solo es que no está como nos gusta? ¿Está mal, o yo lo habría hecho de otra manera? ¿Es algo tan grave que sea necesario decirlo?

Mi propuesta

Cualquier relación entre dos personas (o más) es como una empresa en la que, escritas o no, tiene que haber pactos y unas normas consensuadas que hay que respetar. Si hay algún problema, esas normas pueden modificarse, siempre buscando soluciones respetuosas con todos los miembros de una familia.

Dejemos de buscar problemas donde no los hay. Si empieza vaciando el lavaplatos por la bandeja de arriba o por la de abajo, si lava a 30 o a 40 grados y la ropa lo soporta, si le gusta más subirse a una silla que a la escalera para llegar más alto…¿qué mas da? Si no es importante, déjalo, acepta que su método puede funcionar igualmente.

Las reuniones semanales que plantea la disciplina positiva son un buen método para facilitar estas conversaciones para mejorar la convivencia. En el libro Cómo educar con firmeza y cariño, que reseñé hace un tiempo, se habla sobre estas reuniones.

Y, sobretodo, tenemos que cambiar el tono de nuestros mensajes, que a veces somos muy dañinos. Hay que cambiar la manera de tratar a los niños, pero también cómo nos tratamos los adultos.

Vamos a mirar en positivo y a suponer buena intención.

Como extra, dejo enlace a un post de Bei, de Tigriteando, sobre herramientas de disciplina positiva para parejas.

Y otro para comprar en Amazon el libro Hijos felices y padres felices: cómo disfrutar de la crianza, de Alberto Soler y Concepción Roger. Tengo pendiente reseña, pero adelanto que me encantó leerlo.

Sed felices, si no, no vale la pena estar juntos.

PD: Feliz día del padre

No hay comentarios:

Publicar un comentario